Nos hemos quedado mudos. La vida de todos y de cada uno de los seres humanos que habitamos la Tierra, cambió ante una amenaza invisible pero real. Lo que estamos observando es una sucesión cotidiana de hechos dolorosos que adquieren dimensiones que se alejan de los parámetros habituales, fármacos y vacunas esquivas, algoritmos incapaces de simular nada, países avanzados impotentes ante el avance del virus. El lenguaje es una herramienta que en este caso se vuelve inútil ¿Cómo nombrar lo innombrable? ¿Qué decir acerca de lo que ocurre si sobrepasa todo entendimiento?
La vida en común se ha tornado peligrosa. No podemos salir a la calle ni abrazar a los seres queridos. Escuchamos estadísticas sobre la pandemia, explicaciones, proyecciones. Las preguntas se agolpan en la mente, el cuerpo se contrae mientras se activan todas las alertas. Hemos entrado al modo “survival”. Todo lo que era normal hacer, los contactos, los movimientos, la forma habitual de funcionar ya no está disponibles.
La tensión mental, anímica y física aumenta día a día mientras desfilan las explicaciones científicas, algunas sobrias, otras alarmistas, aunque todas cargadas de impotencia. Incluso las versiones mas vanguardistas acerca de la crisis climática y lo que estaba por venir están caducas. No estamos ante “problemas” por resolver movilizando todo el arsenal de la ciencia, la ONU, la inteligencia militar, ni la inteligencia artificial.
La visión de mundo de la cultura occidental es hoy una herramienta ineficaz, al menos por el momento. ¿Cómo nombrar lo innombrable? ¿Qué decir acerca de lo que ocurre si sobrepasa todo entendimiento? ¿Cómo dar cuenta de la caída de las barreras? Desde una mirada no convencional, tendríamos que entrar en la complejidad de la vida como un sistema planetario en el cual una pequeña partícula o porción de información tiene un efecto sobre todo el resto. Si el sistema se desregula por múltiples razones (capa de ozono, redes satelitales, radiación lumínica, …) El virus este que es una porción de información que se desprende del ADN, sería el sensor que nos estaría avisando que el proceso mismo de la vida está perdiendo su centro, su auto-organización. Suena prematuro el aventurarse siquiera en hacer hipótesis.
Es a nivel simbólico que se juega cualquier comprensión posible, y eventualmente el paso a otra etapa evolutiva. La cultura en que fuimos formados, el pensamiento lineal que se queda en buscar causas está haciendo crisis frente a una tragedia que apela a una visión de mundo que parte de la complejidad de los sistemas vivos, que reconoce la interconexión de todo lo que ocurre en el planeta, que abandona toda separación entre tu y yo, entre una nación y otra, entre las especies.
La calamidad se dejó caer y nos tiene estupefactos a la vez que nos ponemos mas conscientes de lo que hacemos, de lo que comemos, limitando cada impulso natural al movimiento. Entretanto, cada ser humano del planeta está experimentando un silencio interior que sabe cargado de sentido pero que no puede dilucidar. Por ahora lo mas prudente sería mantener ese silencio y sentir lo que ocurre en nuestro interior, asumir el miedo, dejar brotar la compasión y el cuidado del otro, de cualquier otro.
Cecilia Montero
Santiago, Abril 2020